domingo, 12 de fevereiro de 2012

A SERPENTE




A SERPENTE

Eu represento o extermínio.
Em mim se espessam,
já irreparáveis,
todos os dias que não foram.
Estou chegando à certeza de que o mundo não existe para ninguém.
Tens gestos no alento ou no desejo,
mas tudo tende a um final curvado,
onde o infinito se abre e nos agarra como um lixo
enquanto um magma em ti se esfria lento
e fecunda a terra
– uma matéria,
um passado realmente consistente –.

A paisagem que olhamos se torna sentimental;
a vida indigente esgrimindo os seus delírios,
o copo de suor em todo o tempo compartido.
Que aterradora, de repente, a peremptória estrada.
A memória se eleva como um sangue coagulado,
esse despojo
dos desígnios marcados.
Um lastro de negruras irredutíveis
se deslizam numa névoa
que se parece à melancolia,
porque ali brotam os sonhos da emoção
porque a sulcam barcos imaginários
em cânticos que sonham sob as águas.

Cada lei testemunha com obstinada (declinada) certeza.
O olhar extenso e esbranquiçado como uma açoteia longa,
branca, que se nutre de um Sol perpendicular.
Os lábios sangram sobre outros desesperados lábios;
dois leitos de açúcar surpreendidos no instante do creme;
dois mundos pendulares cujas centelhas têm a magnitude da vida.

Há um hermético animal que saqueia a tua pele;
a serpente daquele labirinto de impureza.


José Juan M. Ferreiro- Espanha

Tradução al portugués: Tania Alegria


*****

LA SERPIENTE

Yo represento el exterminio.
En mí, se espesan,
ya irreparables,
todos los días que no han sido.
Estoy llegando a la certeza de que el mundo no existe para nadie.
Tienes gestos en el aliento, o en el deseo,
pero todo tiende a un final curvado,
donde el infinito se abre y nos atrapa como un desperdicio
mientras un magma en ti enfría lento
y fecunda la tierra
−una materia,
un pasado realmente consistente−.

El paisaje que miramos se hace sentimental;
la vida indigente esgrimiendo sus delirios,
el vaso de sudor en todo tiempo compartido.
Qué aterradora, de repente, la perentoria ruta.
La memoria se alza como una sangre coagulada,
ese despojo
de los designios aplazados.
Un lastre de negruras irreductibles
se deslizan en una niebla
que se parece a la melancolía,
porque allí brotan los ensueños de la emoción
porque la surcan barcos imaginarios
en cánticos que suenan bajo el aguas.

Cada ley me atestigua con obstinada (declinada) certidumbre.
La mirada extensa y blanquecina como una azotea larga,
blanca, que se nutre de un Sol perpendicular.
Los labios se desangran sobre otros desesperados labios;
dos lechos de azúcar sorprendidos en el instante de la crema;
dos mundos pendulares cuyos destellos tienen la magnitud de la vida.

Hay un hermético animal que saquea tu piel;
la serpiente de aquel laberinto de impureza.


José Juan M. Ferreiro

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